Hace más de treinta años, Tito y Mirella, amor de toda la vida, decidieron dejar atrás el consultorio dental que habían instalado en Santiago tras una estadía de siete años en Italia. A 25 kms. de Melipilla compraron un pedazo de cerro cubierto de matorrales y espinos, rodeado por el paisaje infinito. Forestaron el cerro con paciencia y dedicación. Varias excavaciones profundas dieron con vetas de aguas subterráneas: era la vida.

Las varillas de eucaliptos, que cabían apretadas en una camioneta, se convirtieron en un bosque. Hubo madera para construir cabañas y aleros, con la noble ayuda de los primeros trabajadores. Las paredes fueron revestidas con barro, de la misma tierra rojiza del lugar. Las Colinas de Cuncumén emergió del cerro, inspirado en las tradiciones del campo chileno bajo el concepto del agriturismo italiano.

Vino la piscina, en la parte alta de la colina y salones de reuniones para recibir a grupos que se entusiasmaron por juntarse en lo que fue tomando forma de hotel. Surgió un spa abierto en pleno bosque y, al final, una piscina techada y temperada para el invierno. El comedor, que empezó como un quincho con un horno de barro se convirtió en dos salones restaurant para diversos tipos de servicios gastronómicos.

Los hijos se unieron al sueño: Pablo desde la dirección del proyecto, Ernesto con su creatividad publicitaria y Mirentxu haciendo de Cuncumén su segundo hogar. La orientación corporativa llenó la semana de empresas, organismos públicos y grupos de tercera edad. Fines de semana y vacaciones vieron llegar parejas, familias y grupos espirituales que han hecho del lugar un constante fluir de historias y energía. Gracias a todos quienes han sido parte de estos años, como huéspedes o colaboradores de un sueño hecho realidad.

La historia de Colinas de Cuncumén es la historia de amor de Tito y Mirella, plasmada en cada detalle. Sé tú también huésped de este amor.